Comentário do Blog: Esta entrevista, com Lourdes Bermejo, foi realizada por Francisco Olavarria Ramos em 10 de agosto de 2020. O tema continua sendo uma atualíssima e excelente fonte de conhecimento e de reflexão para gestores de Instituições de Longa Permanência (ILPI) que estejam pensando em ambientes considerados moradias e não de internamentos para idosos brasileiros.
¿Qué
balance hace de la gestión que las distintas administraciones han hecho de la
pandemia con respecto a la atención al colectivo de personas mayores?
Tristemente hay que reconocer que la gestión no ha sido buena, de
haberlo sido ni el número de personas mayores fallecidas hubiera sido tan
elevado, ni el miedo y el sufrimiento generado en tantas personas (personas
mayores, personas con discapacidad, profesionales, familiares, vecinos …)
hubiera sido tan comúnmente experimentado y expresado.
Creo que los errores empezaron desde el principio con una escasísima anticipación y preparación, lo que impidió la toma de medidas previas que hubieran supuesto estar mejor preparados a varios niveles: ofreciendo más y mejor información a toda la ciudadanía (adaptada a las características, necesidades y responsabilidades de cada uno), proporcionando una mayor capacitación a los profesionales para la gestión (sanitaria, psicológica, emocional…) de la situación, estimando y priorizando adecuadamente aprovisionar de recursos materiales y de protección al personal que apoyan o cuidan a las personas de mayor riesgo, reforzando con recursos humanos sanitarios las residencias, estableciendo sistemas de coordinación entre las residencias y los servicios sanitarios públicos (con atención primaria, salud pública) para disponer de sistemas claros y eficientes de consulta y derivación a otros recursos….
También se debería haber, desde el primer momento, diseñado y
desarrollado estrategias de información y comunicación más adecuadas para toda
la sociedad. Con los mensajes adecuados y por los medios y lenguajes adecuados
para todas las personas, contemplando la enorme pluralidad de la ciudadanía. En
este ámbito, por supuesto, deberían haber estado incluidas XXXX las propias
personas mayores o personas con discapacidad que vivían en residencias y sus
familiares. También la propia comunidad (vecinos, responsables locales donde
están los centros residenciales, etc.). Pensemos que la pandemia no llegó
a todos los territorios y comunidades autónomas a la vez; algunas tuvieron
alguna semana para prepararse, y, por cómo actuaron, muchas no lo hicieron
según las decisiones y actuaciones desarrolladas.
Para afrontar la crisis causada por este virus era necesario una
coordinación entre todas las Administraciones, una comunicación y coordinación
leal tanto de carácter vertical (pues éstas
se solapan en el mismo territorio y están destinadas hacia los mismos
ciudadanos (Estado, CC.AA., Cabildo o Diputación, Municipio…) pero
también una coordinación horizontal, (sanidad,
sociales, pero también con las fuerzas de seguridad, transporte, medios de
comunicación, …).
La descoordinación ha generado situaciones que podrían haber sido, en
algún grado, evitadas. Por ejemplo, en muchísimos lugares los profesionales de
las residencias han vivido situaciones de mucho miedo y confusión pues teniendo
personas enfermas no tenían respuesta a sus demandas de ayuda, nadie respondía,
no tenían referentes asignados del sistema sanitario para saber cómo actuar. Y
recordemos que las residencias son lugares para vivir y que no disponen de
recursos materiales ni humanos, ni de conocimiento para afrontar esta crisis
sanitaria. Imaginémonos algo parecido en un colegio… ¿Se nos hubiera ocurrido
pedir a los profesores que hubieran sabido y podido, sin apoyos, afrontar una
pandemia de este tipo con personas con esta vulnerabilidad ante la enfermedad?
En general, no ha habido suficiente y adecuada información para ayudar
en momentos de crisis y de escasos recursos sobre cómo actuar. Si bien se han
generado protocolos, muchos de ellos llegaban tarde, eran de compleja
comprensión, y en algunos lugares ha habido excesiva producción de documentos
“desde los despachos” de las diferentes administraciones, generándose un exceso
normativo que no ha ayudado a los profesionales. Se ha notado en falta la
existencia de profesionales sanitarios que enseñaran a implementarlos en el
terreno o asesoraran ante las situaciones que se producian en centros, cada uno
con características y peculiaridades concretas como las características de las
personas que vivían allí, el personal disponible, el condicionamiento
arquitectónico, la disposición o no de material de protección, etc…
La descoordinación vertical y/o horizontal y la lejanía (física pero
también mental hacia las residencias), ha sido terrible. Se ha evidenciado no
sólo el gran desconocimiento de éstas por parte de quienes tomaban las
decisiones o elaboraban los protocolos, sino una actitud negativa y prejuiciosa
que deja ver una falta de consideración hacia las personas que allí viven y
quienes trabajan para garantizarles una vida digna. No se ha priorizado
proteger a los más vulnerables y ello, sin duda, ha sido un elemento que
perjudicado un afrontamiento mejor de esta crisis sanitaria en estos
equipamientos de carácter social.
Me preocupa ahora mismo, que estas graves limitaciones, están aún presentes en este momento de la pandemia. Ahora se debería estar trabajando mucho más coordinadamente, contando con el propio sector y con los afectados (incluidas las personas que viven en residencias), para abordar esta situación que, como vemos, para nada ha terminado… Era, y continúa siendo necesario tomar las decisiones adecuadas en el momento preciso y creo que en muchísimas ocasiones hemos y estamos llegando tarde. Echo en falta estar seguros de que los responsables en todas las esferas buscan, por encima de todo, el bien general, y no intereses personales o partidarios. Por ejemplo: ¿quién debe pagar la factura del refuerzo del personal realizado, la compra de tanto material de protección necesario o la realización de tests que deberían estar haciéndose de forma masiva y frecuente en las residencias? De ello no se habla. Pero las Administraciones deben responder… Desde mi punto de vista, hemos comprobado que la actitud de servicio y colaboración, la humildad para la comunicación, la flexibilidad para adaptarse a todas las situaciones… no son características que veamos como se debería en nuestras Administraciones…
Tengo la impresión de que muchos responsables, profesionales y también mucha ciudadanía ha pecadode soberbia y no supimos mirar adecuadamente lo que sucedía en otros lugares: no sólo en China que parece muy lejano sino en la cercana Italia. Nos pasa ahora también, creemos que lo que sucede en una parte de España, estos rebrotes o necesidad de confinamiento de nuevo, no nos puede pasar otra vez. No aprendemos….
Es cierto que la respuesta desde las diferentes Comunidades Autónomas ha
sido muy diversa, algunas más acertadas que otras sin duda, pero también hay
que tener en cuenta que en algunos territorios la pandemia llegó muy pronto y
siempre podemos pensar que esta precipitación les hizo no poder hacerlo mejor,
sin embargo, en otros territorios tardó un poco más en llegar y a veces tampoco
sirvió para tomar las mejores decisiones.
Creo que tenemos un problema con gran parte de las Administraciones (y
con algunas personas que las encarnan…). Éstas han de estar concebidas más al
servicio del ciudadano, por ello ha de generar formas de relación y gestión más
flexibles, dialogantes entre áreas, más sensible a las diferencias de las
personas y a sus circunstancias. Unas Administraciones modernas y
respetuosas con los ciudadanos y sus derechos, capaces de proporcionar los
servicios que las personas merecen… Creo que ésta es una reflexión y una
reforma que está pendiente, y que requeriría de un análisis de autocrítica
profunda que no parece se esté realizando.
Me preocupa especialmente la gestión que se ha realizado desde las
Administraciones en relación a la información y al mensaje que dejaba entrever.
Lenguajes y mensajes empleados y que continúan en la actualidad, no han ayudado
a hacer consciente a la sociedad de la gravedad de la situación. Además, han
dado una imagen negativa de las personas mayores de sus capacidades de
afrontamiento y de su responsabilidad. Y, todavía, peor, se ha compartido un
mensaje de minusvaloración o disvalor de estos
ciudadanos (por ejemplo, cuando se decía que el virus “solo” resultaba
realmente peligroso o letal para los más mayores como si su vida valiera menos
que la de otras personas con otras edades u otras capacidades).
Se han lanzado de forma gratuita
y prejuiciosa mensajes negativos hacia las residencias, y se ha omitido en todo este
tiempo en los medios de comunicación (públicos y privados) un reconocimiento
explícito hacia los profesionales que trabajan en este sector para las personas
que necesitan apoyos o cuidados.
Esta falta de apoyo moral (además del material) vuelve a hablar de la
escasa valoración y la discriminación social hacia las personas en situación de
dependencia y/o fragilidad.
De esta crisis no salimos más fuertes ni salimos más unidos ni más
buenos. De esta salimos más débiles en aspectos éticos y en ese pacto de
cuidados y de solidaridad entre personas y generaciones que aparentemente
habíamos alcanzado…
¿Hay
que medicalizar las residencias de mayores como ahora, desde
distintos ámbitos, se están insistiendo en esta idea?
No y 1000 veces no. Las residencias son las casas de las personas,
lugares en los que poder vivir, tener una vida buena, como todas las demás
personas, no es un lugar para esperar a que termine. Las residencias son
recursos (humanos y materiales) para desarrollar proyectos de vida, plurales y
diferentes como cada persona es. Son recursos donde se tejen amistades,
relaciones, se reactiven o inicien ocupaciones e intereses, oportunidades de
participación, de envejecimiento activo, en una palabra.
Y evidentemente, muchas de las personas que viven en residencias
necesitan apoyos o alguna ayuda para poder hacerlo, pero eso no significa medicalizadas. Estos
apoyos o cuidados cotidianos del día a día son actuaciones que no suelen
contemplar complejidad asistencial. Similares a los que realizaríamos en casa a
un familiar que lo requiere, con el apoyo y supervisión de personal de
enfermería. Otro asunto es cuando las enfermedades se complican y se precisan
tratamientos para los que habitualmente en las residencias no están habilitadas
(recordemos que las residencias no están habilitadas para aplicar tratamientos
intravenosos, ni oxigenoterapia, por ejemplo…). En España hemos desarrollado y
tenemos un sistema sanitario público para todos. Aquellas personas que por sus
circunstancias (de dependencia, de necesidades de apoyo, o de cuidados de larga
duración) viven en residencias deben de obtener la atención en salud del mismo
sistema por el que han cotizado durante toda su vida. Ello en situaciones
normales, mucho más en caso de una crisis sanitaria de esta gravedad.
NO HAY QUE MEDICALIZAR LAS RESIDENCIAS, hay que dar cobertura de
atención sanitaria a todos los ciudadanos, para ello es imprescindible
desarrollar sistemas de Coordinación e Integración Socia Sanitaria adecuados a
cada contexto y territorio.
Lo veníamos diciendo desde hace muchos años desde la Sociedad Española
de Geriatría y Gerontología: no existe o es insuficiente la coordinación
entre los servicios sociales (a cuyo cargo se encuentran las residencias de
personas mayores o en situación de diversidad) y los servicios de salud de las
correspondientes CCAA. Independientemente de que ambas áreas dependan o no de
la misma Consejería, es imprescindible un sistema de coordinación o mejor aún
de integración que permita que la asistencia sanitaria de las personas que
viven en residencias sea atendida por la autoridad sanitaria competente. Sí que
se precisan tratamientos más complejos o una atención geriátrica más especializada
dada la vulnerabilidad de la persona, o un proceso de final de vida… y
muchísimo más por supuesto en una situación de una enfermedad infectocontagiosa
como es la que ha causado esta pandemia. Las personas cuando necesitan una
atención sanitaria han de ser tratadas en los equipamientos o centros
sanitarios, de ahí lo imprescindible de una coordinación sociosanitaria que lo
facilite y permita.
¿Qué
relación profesional has tenido con el sector de la discapacidad? ¿Puedes
detallarlo?
A finales de los años 90 tuve la oportunidad de dirigir un centro de
personas adultas con discapacidad intelectual “El CAMP (Centro de Atención a la
Minusvalía Psíquica) de La Cuesta», un centro público del Cabildo Insular de
Tenerife. Este fue mi estreno profesional con personas con estas
características, pues, aunque había tenido experiencias realizando prácticas
voluntarias mientras cursaba la carrera de ciencias de la educación), el CAMP
fue otro nivel.
Aquella experiencia fue un reto. Pues era un centro muy complejo porque
encontré formas de hacer y una cultura organizacional, profesional y relacional
que distaba mucho de lo que yo entendía que debía ser. Al llegar, me encontré
con un grupo muy grande de trabajadores/as con una insuficiente formación y
sensibilidad en aspectos que ahora sabemos que son esenciales para dar un buen
trato a las personas (como técnicas de comunicación, de observación y
compresión de las personas, de su lenguaje y comportamientos, apoyo conductual
positivo, modelos de calidad de vida, PCP o ACP, derechos y ética,). Pero sobre
todo, trabajadores/as que repetían formas de hacer que recordaban décadas
de antaño….. Algunos, además, desde mi punto de vista, carecían de la
sensibilidad necesaria para trabajar con personas con grandes necesidades de
apoyo. Sin eso que llamaríamos “vocación”: una palabra ya en desuso, que parece
que no puede decirse o que se malinterpreta con facilidad, pero que creo
verdaderamente necesaria. Vi situaciones que no olvidaré, de falta de respeto
grave a la dignidad de las personas que allí vivían. Fue una fase de mi vida
muy dura pero también de mucho crecimiento…. sé que me marcó para siempre. Allí
aprendí lo que no debe permitirse, lo que no puede justificarse. También lo que
es más importante en las relaciones con las personas con alguna diversidad,
descubrí aspectos maravillosos de la condición humana, pero también su
contrario: de que hay personas que no deberían trabajar nunca prestando apoyos
o cuidados a otras que sean frágiles.
Desde
tu punto de vista, ¿es suficiente la vocación para trabajar con personas
mayores y personas con discapacidad?
Bueno yo creo que se necesita primero parte de esa vocación o digamos,
actitud, predisposición positiva hacia las personas, pero después también el
oficio se aprende con una buena base de formación que se puede ir adquiriendo
en el tiempo y sobre todo trabajando en organizaciones con responsables y
compañeros que te enseñan y ayudan a seguir creciendo y profundizando en esta
forma de relación con las personas. Así se puede llegar a ser un gran
profesional. Una persona muy vocacional pero que no dispone en la práctica
diaria de competencias técnicas, relacionales y éticas o que trabaja en una
organización donde no se trabaja adecuadamente no va a poder llegar a
realizarse como podría o debería. Creo que capacitación de los profesionales y
la cultura y sistema de organización de los centros deben ir de la mano. Y a
ello precisamente es a lo que yo me dedico, a generar espacios y procesos de
reflexión, de sensibilización y de mejora concreta en las formas de hacer, para
hacer realidad la mejora de oportunidades de vida a las personas con algún tipo
de dependencia, discapacidad, diversidad o situación de fragilidad.
¿Qué
recomendaciones nos ofrece la geriatría y la gerontología para disfrutar de un
envejecimiento activo?
Desde el ámbito de la geriatría y la gerontología sabemos que es bueno
que las personas dispongamos del mejor capital de salud posible (de
funcionalidad, de capacidades de autogestión etc….), pero sabiendo que ello no
es un fin en sí mismo, sino un medio. Me explico: digamos que estar sanos/as es
un medio (una condición deseable) para el verdadero fin de las personas, que es
tener una vida buena, una vida plena,
una que nos valga la pena. Parece claro que optimizar nuestra salud nos dará
más oportunidades y recursos, pero no podemos quedarnos en solo cuidar la
salud. ENVEJECER BIEN implica tener oportunidades de decisión, de acción, de
relación, de participación, etc.
Es
la vicepresidenta de Gerontología de la Sociedad Española de Geriatría y
Gerontología. ¿Existen científicos o grupos de trabajo interesados en abordar
el envejecimiento de las personas con discapacidad?
El mundo de las personas con algún tipo de discapacidad o diversidad y
el de envejecimiento estuvieron mucho tiempo muy distantes. Afortunadamente,
hace ya unos años que empezamos a acercarnos para aprender mutuamente, y de
hecho la gerontología ha de agradecer mucho todo el desarrollo que desde el
ámbito de la discapacidad se había realizado sobre la PCP y los derechos de las
personas con discapacidad. Además, algunas entidades muy importantes del
ámbito de la discapacidad en España llevan desarrollando importantes avances en
el acompañamiento de las personas que envejecen. Personalmente conozco algunas
iniciativas muy interesantes y de las cuales mucho podremos aprender.
Pero es cierto que todavía falta mucho por compartir y construir
conjuntamente. Creo que en general, hemos compartimentado mucho el
conocimiento, la docencia y las praxis profesionales, cuando en realidad las
PERSONAS tenemos mucho más en común de lo que habitualmente creemos.
Y
por último, ¿qué servicios profesionales ofreces al sector asociativo de la
discapacidad y la dependencia?
Como he comentado, tras dirigir en el pasado varios centros, hace casi
20 años que oriento mi experiencia profesional a generar conocimiento,
metodologías y materiales didácticos que me ayuden a acompañar a directivos y a
equipos de trabajo interdisciplinares para optimizar sus formas de relación y
trabajo. Ayudándoles a ofrecer mejores oportunidades de calidad de vida, de
autoestima, de bienestar y satisfacción a las personas a las que prestan apoyos
o cuidados.
Busco desarrollar procesos de capacitación y mejora, con acompañamientos
adaptados a cada organización y equipo, y que hagan sentir mejor a los trabajadores/as,
que sean conscientes de la importancia y valor de su trabajo, que se sientan
más reconocidos y orgullosos del importantísimo papel que desempeñam. Fonte: https://www.tododisca.com/no-hay-que-medicalizar-las-residencias/
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