También
existen resultados contradictorios entre las creencias edadistas y la realidad,
en relación a las habilidades funcionales de las personas mayores. Mientras que
la mayoría de la población mayor de 65 años no necesita ayuda para realizar
actividades de la vida diaria, dos tercios de la población señala que “la mayor
parte de las personas mayores de 65 años tienen una serie de incapacidades que
les obligan a depender de los demás”.
Otro mito muy común sobre las personas mayores hace
referencia a que tienen sus costumbres profundamente arraigadas y no pueden
aprender nuevas habilidades, ni afrontar nuevos retos. Sin embargo, han
encontrado resultados contrarios a este estereotipo, al estudiar el grado en el
que las personas mayores utilizan las nuevas tecnologías (TIC) para obtener
información sobre la salud, en comparación con otros grupos de edad.
Y si al menos el daño hasta aquí solo fuera en su
imagen, en una percepción…, etc.. El problema es que el edadismo tiene
consecuencias catastróficas en muchas Personas Mayores. Las personas mayores tienden a
adoptar la imagen negativa dominante en la sociedad y a comportarse de acuerdo
con esta imagen, que define lo que una persona mayor debe o no debe hacer.
La infraestimación de las capacidades físicas y mentales de las personas
mayores puede favorecer una prematura pérdida de independencia, una mayor
discapacidad, mayores índices de depresión y una mortalidad anticipada en
personas que, en otras condiciones, mantendrían una vida productiva,
satisfactoria y saludable. Es como aquello de: “….repetir una mentira tantas
veces que al final la convertimos en verdad…”
Existen ya estudios realizados con cuidadores
principales, informales, de personas dependientes, que avalan esta tesis; y,
actualmente es considerado como uno de los principales mecanismos a través de
los cuáles, se produce el exceso de incapacidad.
En el contexto laboral el edadismo provoca la
emisión de discursos edadistas, la expresión de actitudes edadistas y la
realización de prácticas discriminatorias basadas en la edad, habiéndose
relacionado estos comportamientos con una reducción del sentimiento de
autoeficiencia, una disminución del rendimiento, y con el estrés
cardiovascular.
Además, el edadismo también se ha relacionado con
el maltrato a las personas mayores. En cuanto a la salud mental, el
mantenimiento de actitudes edadistas contribuye en gran medida a la limitada
atención que se les proporciona a las personas mayores con problemas
psicológicos. Así, en un estudio reciente, se encontró que del 100% de personas
mayores que cumplían los criterios para algún diagnóstico psiquiátrico,
únicamente el 49% estaba diagnosticado.
Estos resultados parecen estar reflejando la
existencia de prejuicios sobre problemas en las personas mayores que afectan al
grado en el que los profesionales de la salud realizan diagnósticos certeros de
los problemas que los mayores padecen. La creencia de que la depresión y la
tristeza son parte normal del envejecimiento puede dificultar o imposibilitar
que la persona reciba un diagnóstico de depresión y que se beneficie, por lo
tanto, de una intervención. Cuando se realizan diagnósticos, las personas
mayores reciben con mayor frecuencia un diagnóstico de tipo orgánico como la
demencia, que a los que se proporcionaría si la persona fuese más joven. Dado
que los profesionales de la medicina, con carácter general, optan con mayor
frecuencia por recetar medicamentos como procedimiento para tratar los
trastornos mentales de las personas mayores, las derivaciones a profesionales
de la salud mental son menos frecuentes para las personas mayores que para las
personas jóvenes.
Las actitudes edadistas pueden influir además en la forma
en la que se trata a las personas mayores en las instituciones tanto públicas o
privadas. Así, por ejemplo, si se examinan las pautas de comunicación que se
utilizan en las residencias o en los centros para mayores se observa que
fracasan a la hora de favorecer las necesidades de afiliación y apoyo social de
los usuarios, siendo muy común la utilización de la denominada “hay que
hablarles como a niños”, o “son como niños, vuelven a la infancia”; por parte
de algunos profesionales. Hablar a las personas mayores como si fueran niños o
tratarles de una forma paternalista puede, además de afectar de forma adversa a
los procesos de evaluación y de intervención, favorecer de una manera
inconsciente el refuerzo de comportamientos o actitudes dependientes y fomentar
el aislamiento y la depresión en las personas, contribuyendo a la común espiral
de declive en el estado físico, cognitivo y funcional de las personas mayores
que viven en residencias.
Toda esta realidad, sobre la que nuestro equipo que
ha reflexionado éstos días, nos han llevado a muchos planteamientos,
lógicamente el primero de ellos iría encaminado a cómo poder reducir el
edadismo. Entendemos que para reducirlo, se tienen que producir cambios en los sistemas que lo
perpetúan, tales como los medios de comunicación, la cultura popular,
instituciones, gobierno, etc. En este sentido Ibesco Social Care, ya ha
iniciado una campaña en twitter @ibesco_social, que esperamos se haga muy
viral, comenzando por lo básico: “derribar mitos”. También hemos alcanzado
acuerdos con distintos medios de comunicación, y profesionales del sector, a
favor de la campaña “#ContraElEdadismo”, donde también intentaremos aportar
nuestro granito de arena en derribar mitos.
Para ello, resulta necesario realizar políticas de intervención que
incluyan el diseño y la implantación de programas dirigidos a reducir el
impacto de las ideas y actitudes edadistas . A través de estos cambios, las
personas mayores se beneficiarían de una mejora en su estado de salud y de una
mayor independencia. Además, se obtendría una reducción en los costes médicos y
sociales de la atención a este colectivo. En
este sentido desde Ibesco Social Care estamos llegando a acuerdos con
instituciones públicas, semipúblicas y privadas, para fijar un target capaz de
ir construyendo esas políticas.
Otra medida para reducir el edadismo sería aumentando la formación y
educación a las personas mayores y sus familias. En esta dirección,
diferentes estudios han demostrado que el cambio de actitudes “edadistas” es
posible. La intervención sobre las familias es necesaria dado que, aunque
existan programas para tratar problemas psicológicos en los mayores, si estos
programas no tienen en cuenta la presencia en las familias de actitudes
edadistas como las comentadas, estos programas no serán eficaces. Con el mismo
apoyo, Ibesco Social Care lanza uno de sus proyectos mas ambiciosos: “Reeducando
para Empoderar”, tanto en el ámbito empresarial como en el familiar: ponencias,
conferencias, jornadas, y formación on-line serán los vehículos por los que
canalizaremos esa reeducación, en la idea, para nosotros siempre recurrente de:
desaprender para empoderar.
Como conclusión, y aunque las actitudes están
presentes en buena medida en la sociedad, y aunque todavía queda mucho por
hacer en este campo; a veces solo nos hace falta un “pequeño empujón”.
Intentaremos buscar partners en esta tarea que se impliquen para presentar a la
persona mayor como un agente necesario y altamente valioso en el desarrollo de
esta Sociedad. Por lo tanto, Trataremos de poner de manifiesto la necesidad de
fomentar políticas y actuaciones dirigidas a reducir la presencia del edadismo
en la sociedad en general y en la formación profesional en particular,
estimándose que los resultados de estas actuaciones serán fundamentales para
promover mejores niveles de bienestar en el grupo de población de las personas
mayores.
Comentários
Postar um comentário